Reflexiones de domingo y lunes.
Bueno, supongo que ya habréis ido leyendo los comentarios estos días, ando desde hace casi un mes con jaquecas, no me conecto demasiado a internet y cuando lo hago siempre respondo primero a todos los correos pendientes y dudas del blog y luego no me quedan ganas ni para crear las entradas (que lleva desde el anterior sábado haciéndolo Sue, gracias guapa) ni para escribir mi crónica diaria. Así que hoy he decidido empezar por mi crónica para no dejar pasar más días sin escribiros.
Sé que al menos 260 personas leerán esta entrada porque es el número de suscriptoras actual existente. ¡260! A todas esas personas les parece interesante recibir las entradas de este blog, la verdad es algo que no me podría haber planteado hace más o menos un año cuando decidí empezar con el. Cada día tenemos 3000 visitas de media y supongo que a todas vosotras os animará descubrir los sentimientos de otra persona que está en la misma lucha contra los kilos de más. Así que voy a intentar usar las fuerzas que tenga para escribir mi pequeña crónica diaria y luego contestaré a todo (lo siento si no llego, pero un día u otro recibiréis respuesta).
En el blog hay mucha información, pero es verdad que ya va para dos meses que no cuelgo ningún artículo nuevo y la verdad es que he seguido aprendiendo cosas y tengo la mente llena de proyectos que me gustaría llevar a cabo, también intentaré irlos escribiendo poco a poco.
Igual os preguntáis que ¿a qué viene toda esta declaración de intenciones/propósitos? Es sencillo, son reflexiones de domingo y lunes. Sí, todos los domingo, conforme voy a a costarme pienso en la semana, en todo lo que quería hacer y no he hecho. No es que piense a propósito en ello, pero siempre es lo que se me viene a la cabeza en esos momentos. Parece que el domingo por la noche es el punto de reflexión de mi mente, el momento de hacer balance. Y últimamente el balance siempre es negativo, casi nada de lo que me propongo hacer es conseguido.
Los lunes por la mañana, nada más levantarme surgen en mi mente millones de cosas-ideas-propósitos que quiero llevar a cabo esa semana (son todo lo que luego veo el domingo siguiente que no he conseguido). Así que esta semana he decicido que ya es hora de poner alguno de ellos en marcha y por lo menos estoy consiguiendo escribir la crónica de mis reflexiones.
¿Como va la dieta? Mal, la verdad. Esta mañana la báscula me ha dado un susto bastante fuerte, me ha devuelto el peso que tenía el año pasado el 17 de agosto después de tres meses sin dieta y de unas vacaciones de comer “sin conocimiento”. El año pasado comencé a “desvariar” a mediados de marzo y en 5 meses subí 15 kilos (de 48,1 a 63), o sea unos 3 por mes. Este año desde primeros de diciembre a hoy (los mismos 5 meses, más o menos) he subido de 53 a 63, 10 kilos. Está claro que no me puedo descuidar porque en cuanto lo hago los kilos están ahí. Y no sólo son los kilos, son los centímetros de más. No he sacado la cuenta de lo que he subido en estos 5 meses desde un poco antes de Navidades, pero os aseguro que han sido dos tallas porque la 40 me aprieta esta mañana.
Y claro, lo mejor de todo es que ayer estuve con unos amigos que hacía casi tres años que no veía y me dijeron que me veían muy bien. ¡Claro! Si me comparas con cuando pesaba 92 kilos y llevaba una talla 54-56 estoy genial. Si lo miras desde un punto de vista sano ya estoy en un sobrepeso de grado 1, que no es excesivamente importante, pero si lo miras desde los 50 kilos que debería pesar estoy con más de 10 kilos extras en mi cuerpo. ¿Cuál es la forma correcta de mirarlo? La verdad es que no lo sé, pero sé que yo no estoy a gusto ahora y que el año pasado para marzo era “más feliz que una perdiz”.
Cuando empecé el régimen (hace unos dos años) mi meta eran los 54 kilos, pero el pensar en alcanzar los 63 (que era lo menos que había pesado en años) ya me parecía una utopía, el poder entrar en unos pantalones de la talla 42 preciosos que tengo era un sueño y sí, en ese sueño todavía estoy, pero después de haber conseguido alcanzar mi peso ideal y de verme preciosa con mi talla 38, el volver a esta 42 no me gusta.
Con la excusa de los dolores de cabeza he comido lo que he querido y llevo 4 semanas de un desfase casi total y cuando consigo hacerlo bien de lunes a jueves los últimos días de la semana como sin control. Es cierto que desde fuera se ve como si llevara dos años de régimen y la gente se piensa que es demasiado tiempo, pero realmente bien, bien lo hice 7 meses (en los que perdí casi los 40 kilos) y otras 8 semanas el año pasado en septiembre y octubre. El resto del tiempo ha sido un tira y afloja constante.
¿Por qué hoy no he puesto mis datos de peso y demás? Realmente porque no sé lo que va a pasar, me lo estoy planteando y no sé qué decisión tomar. Debería empezar de nuevo (como quiero hacer todos los lunes) pero la verdad es que no sé si hacerlo porque en breves vienen muchos compromisos y no me encuentro con fuerzas para luchar con todas las tentaciones y la verdad, intentar con todas mis fuerzas un nuevo intento para dejarlo a la semana no me parece “sano” ni para mi cuerpo ni para mi mente. Pero también tengo claro que si me “dejo ir” las consecuencias pueden ser tremendas puesto que puedo ganar muchísimos kilos en nada.
Y todo esto es lo que me ronda hoy la mente, tengo un debate contra mí misma de lo que debo hacer. Para empezar el susto de la báscula y la cinta métrica me ha hecho no comerme el mantecado que tenía preparado para desayunar. Incluso he rebajado la leche con café para beber menos cantidad. Pero tampoco quiero plantearme metas que no sé si voy a poder cumplir. Tengo el próximo mes lleno de compromisos y de historias que llevar a cabo y en casi todas ellas la protagonista será la comida y de verdad os digo que no tengo fuerzas para ponerme a un régimen estricto y resistir a todo, sé que no puedo. Pero también sé que no me puedo dejar ir.
Debería intentar hacerlo bien todos los días que tenga normales, de comer en mi casa y comer lo que haya cuando esté con los demás. Si hago eso correcto y estricto supongo que incluso conseguiría perder algún kilo (y lo que es casi más importante ahora, no ganarlos). Pero sé que eso es lo más difícil. Realmente es un mantenimiento y es en el punto en el que fallo siempre. Aparte que hice la compra el sábado y llené la nevera de cosas que me gustan y no debería comer como mortadela o patés. Pero de verdad, volver a pensar en merendar fiambre de pavo y yogures casi me da asco (y me gustan).
Antes de empezar a escribir esta entrada he leído los tres comentarios que había en el post del lunes y me he dado cuenta que muchas de vosotras debéis estar como yo, queriendo adelgazar pero pensando en que otro verano a régimen puede ser mortal, ¿qué hacer? Es duro, lo sé, estoy pasando por eso. Si tuviera la fórmula mágica la compartiría, pero aquí ando, buscándola (y sólo me sale el fiambre de pavo ;)).
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